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El tulipán se marchita

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El tulipán se marchita
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Image   16/10/2015

 

  Y Johan Cruyff aún no se ha manifestado al respecto. Cuando lo haga, temblarán los cimientos del fútbol holandés.  Algo tendrá que decir la voz más ilustre del balompié neerlandés.

 

   En la grada, algunos de los notables, gesticulaban con indisimulada frustración. Eran muy francos en las formas. ¡Aquello era un desastre! De Boer, el defensa central y actual entrenador del Ajax, y Rijkaard, el termómetro de la segunda época dorada del fútbol holandés, no podían disimular su desazón. La selección que había quedado en segundo y tercer lugar en los dos últimos Mundiales volvía a morder el polvo en casa, culminando una fase de clasificación para la Euro’2016 calamitosa.

 

   Echamos la vista hacia atrás. Quince meses, no más. En los días previos a la Copa del Mundo de Brasil, los futbolistas convocados por Louis Van Gaal se divertían en la playa de Ipanema. Entonces, recordábamos la estampa de Dinamarca, que en 1992 llegó por sorpresa a la Eurocopa de Suecia, ocupando el lugar de Yugoslavia, en pleno conflicto bélico. Los nórdicos terminarían ganando aquel torneo.

 

   De forma desenfadada llegaron los holandeses a Brasil, contrastando con las dudas que se cernían sobre ellos. Su seleccionador, comprometido con el Manchester United para la temporada siguiente, había tomado una decisión que sonaba impopular en un país tan exquisito en las formas. En los últimos amistosos había probado con una defensa de cinco hombres para cubrir las espaldas de sus grandes estrellas. Apostaba por cerrar filas y correr en pos de la victoria. Curiosamente, con los más jóvenes en la retaguardia. Y los ilustres veteranos a partir de tres cuartos: Sneijder, Kuyt, Robben y Van Persie.

 

 

Holanda despellejó a España a la carrera. Hizo pleno con las victorias ante Australia y Chile. Con México, en octavos, sufrimiento y adelante en el último suspiro. Ante Costa Rica, en cuartos, agonía desde los once metros. Y muy decepcionante el partido de semifinales contra Argentina, otra vez agónico y cerrado a cal y canto. Sin juego, huérfano de ocasiones, esta vez salió cruz. El destino le recordó que Holanda siempre fue otra cosa. Algo que entraba por los ojos para deleite del personal. Alegría.

 

   Al final, el combinado oranje ocupó el tercer lugar, batiendo en la llamada final de consolación al equipo anfitrión, encogido por las circunstancias. Ninguno de los dos, Holanda y Brasil, fueron reconocibles desde el juego.

 

   Arjen Robben fue la estrella de los Países Bajos, pero hubo un futbolista espartano que resultó providencial para el funcionamiento del colectivo: Dirk Kuyt. Comenzó siendo el artillero implacable del Feyenoord, para convertirse, más tarde, en estajanovista partiendo de la banda derecha. Rafa Benítez lo había desplazado al costado y en el Liverpool multiplicó sus prestaciones. Lo agradecieron mucho sus compañeros de selección, a la hora de abrir camino.

 

   Las figuras iban acumulando muchas batallas, sin ser tan mayores, pero el desgaste y los problemas físicos recurrentes menguaron sus capacidades. Curiosamente, Robben, entró en un período de tregua, merced a un trabajo específico de prevención, pero hace poco volvía a caer en los tentáculos de las lesiones. Algo inevitable. El resto, poco a poco ha ido alejándose de las principales ligas. Turquía parece ser el destino predilecto. Allí, Sneijder lleva varios años siendo el jefe en el Galatasaray. Van Persie acaba de llegar al Fenerbahce, y Kuyt recientemente ponía fin a su periplo en el club asiático de Estambul, con la misma profesionalidad que siempre le ha caracterizado. Cuando comunicó a su familia que volvían a casa, al Feyenoord, la alegría de los más pequeños resultó indescriptible. Para entonces Kuyt ya había colgado la elástica naranja, para desgracia de sus compañeros.

 

   Mientras, las nuevas generaciones, encabezadas por el goleador del PSV Eindhoven, Memphis Depay, escuchaban cantos de sirena en forma de mareantes ofertas procedentes de Inglaterra. El salto de la Eredivisie a la Premier League fue anunciado a bombo y platillo. Todo demasiado pomposo. Le siguió al Manchester United el versátil Daley Blind, hijo del actual seleccionador y antiguo capitán del Ajax, Danny Blind. El progenitor oficiaba como central de jerarquía; mientras, su vástago, va y viene, alternando el flanco izquierdo y la zona centro. En la cueva o en mediocampo, según las necesidades del equipo. De forma indefinida.

 

   El pasado martes, Holanda jugaba el último partido de la fase de clasificación para la Eurocopa de Francia. Y lo hacía con Daley Blind como mediocentro, en un equipo desfigurado y sin espíritu. El edificio se había derrumbado en el camino. La República Checa ganó con un jugador menos en Amsterdam, y Van Persie, remedio de urgencia, marcó un gol en propia puerta. Un melodrama.

 

   Lo peor de todo es que Holanda lleva tiempo dándole la espalda al juego que la distinguió. El país de los grandes extremos, del voetbal-total, añora las buenas formas. Blind, Van Nistelrooy, Van Basten. El trío que ha dirigido la nave en los últimos tiempos también se marchitó en la banda. Hay que volver a pintar de naranja el fútbol.

 

 

                                                                                       Naxari Altuna (periodista)  Image  @naxaltuna



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