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El terror del olvido

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El terror del olvido
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   Milos Krasic es una centella de cabellera risueña, color oro, que comienza a hacer las delicias de los cariacontecidos hinchas de la Juventus. Se trata del jugador más rutilante de la deprimida cantera serbia. Sus brillantes actuaciones en la Liga italiana le convierten en un pequeño oasis dentro del caos. Futbolísticamente, Serbia quedó relegada a un tercer orden hace mucho tiempo. Viene de participar en la Copa del Mundo con un resultado desconcertante: capaz de ganar a Alemania y quedarse fuera en la primera fase. Curioso. El seleccionador, Radomir Antic, fue purgado por ello. Arranca la fase de clasificación para la Eurocopa 2012 y Serbia queda retratada con una llamativa derrota en casa ante Estonia (1-3).

   El fútbol de los balcanes es un caleidoscopio de mil colores. Mientras Eslovenia, Croacia, Bosnia y Montenegro avanzan con más o menos sobresaltos, Serbia deambula sin remisión. Dentro y fuera del terreno de juego. El episodio de violencia protagonizado por buena parte de sus hinchas el pasado martes en Génova deja al entramado futbolístico plavi al pie de los caballos.

estrella roja   

  Fuera de foco

 

   Hace unos meses, una radio española repasaba los resultados de la previa de la Europa League. El periodista, llegado el momento, comenta: “… y ahora un nombre impronunciable. Hay que ver, desde que se ha atomizado el Viejo Continente surgen equipos desconocidos como éste: Crvena Zvezda…”.

   El equipo en cuestión ganó la Copa de Europa en 1991. Fue en el estadio San Nicola de Bari. Una final fea, donde el Olympique de Marsella, con gente como Boli, Amorós, Waddle o Papin, favorita de antemano, se estrelló ante la organización pretoriana del mítico Estrella Roja de Belgrado; Crvena Zvezda en serbio. Todo se decidió en la tanda de penaltis. Era la última gran conquista de Yugoslavia. Cuatro años antes, una gran generación de futbolistas jóvenes se alzaron con el título mundial sub’20 en Chile. Un grupo de talentos encabezados por Robert Prosinecki y Davor Suker (croatas, ambos).

   El Mundial de Italia, en 1990, supuso la despedida de la selección única de los balcanes; aquel mapa que un día trazó el Mariscal Tito. Recuerdo a gente como Jarni, Vulic, Spasic, Katanec, Pancev, Savicevic, Stojkovic… una amalgama de talento y procedencia diversa. Dos años después, Yugoslavia era apartada de la Eurocopa de Suecia por mor de la guerra. Le sustituyó Dinamarca. El desenlace del torneo es bien conocido.

 

   Desde mucho antes, después, y hoy día, el fútbol serbio ha vivido y vive agitado por dos vecinos irreconciliables. Estrella Roja y Partizán dirimen sus grandes diferencias en el olvido. Apenas salen talentos reseñables. Antes tenían peso en Europa; ahora sufren los rigores del fútbol. Los duelos cigani-grobari sólo copan los titulares locales.

   Un puñado de futbolistas serbios actúan en el extranjero, sin el lustre de antaño, cuando el jugador plavi era sinónimo de talento superior. Más evidente en el mundo de la canasta. Mientras sus antiguos paisanos avanzan en el terreno de juego, Serbia se pierde en batallas estériles. Parece que no encuentra su sitio. Yugoslavia pasó a mejor vida; y tras la guerra, su fútbol ha ido perdiendo peso (con la excepción del Mundial de Francia en 1998), hasta que las hordas incontenibles de la barbarie lo han devuelto a la actualidad. Tristemente.

 

                                                                                                                         Naxari Altuna (periodista) Image



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