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Un cañón desarmado

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Un cañón desarmado
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   arsene wengerLondres gira su mirada con respeto, cuando no miedo, hacia Manchester. El Chelsea balbucea, el Tottenham se enreda y el Arsenal vive sus peores días de los últimos tiempos, sometido a los rigores de las circunstancias adversas. El fino cañón ya no asusta. Antiguamente era un arma pesada, hasta tal punto que los rivales acuñaron una canción con trasfondo burlesco, para ofender a los londinenses: “Boring, boring, Arsenal” se oía en las tribunas rivales, en respuesta al aburrido juego que practicaba el equipo de Highbury.

   Los gunners tomaron su apodo a finales del siglo XIX de la fábrica de armas que empleaba a sus fundadores. El cañón que adorna la pechera de la zamarra inmortaliza los orígenes de un club que siempre ha sido singular. Pionero del profesionalismo, de la mano del mítico Herbert Chapman, el mánager que impulsó al conjunto londinense a la cúspide. Él siempre fue por delante. En los años treinta del siglo XX el Arsenal reinaba en Inglaterra, como lo hace ahora la ciudad de Manchester. Fue su edad de oro.

En los últimos sesenta años el Arsenal ha conquistado seis ligas. Tres de ellas han llegado de la mano de un espigado técnico alsaciano, con pinta de profesor aplicado, de rictus serio y carácter paternal. Con aires de gentleman toma acomodo en los banquillos del fútbol desde hace varias décadas. Ahora en Inglaterra, antes en Japón, y al principio en Francia. Comenzó en Nancy, equipo que vio nacer al gran Michel Platini, y luego hizo grande al Mónaco (hoy en segunda división). La manera de concebir el fútbol de aquel entrenador convirtió al conjunto monegasco en delicia futbolística. Un técnico que fue juntando talento a través de los años, con Hoddle, Ramón Díaz, Bravo, Scifo, Klinsmann, Djorkaeff, Amorós, Puel, Petit, Passi, Fofana, Rui Barros… y su gran apuesta: Weah.

   George Weah, Balón de Oro en 1995, llegó desde Camerún al Mónaco recomendado por el entrenador galo Claude Le Roy, especializdo en dirigir equipos del continente africano. La trayectoria del delantero liberiano es bien conocida. Fue un elemento más del atractivo paisaje futbolístico diseñado por Arsène Wenger. Bajo las órdenes del técnico alsaciano, el Mónaco fue campeón de casi todo. Sólo se le resistió la Recopa de Europa, en 1992. Klaus Allofs se cruzó en su camino y el Werder Bremen cantó victoria, en una de las finales más desangeladas que se recuerdan, por el pobre ambiente en el viejo Estadio Da Luz de Lisboa. Conocida es la peculiar naturaleza del conjunto del Principado, con una afición casi fantasmagórica.

   Un día Arsène Wenger asomó por las gradas de Anoeta. Largo y fino como él solo, iba envuelto en una fina gabardina. Se sentó entre el público, dos filas más abajo, y pasó desapercibido, ante mi extrañeza y curiosidad. Jugaban la Real y el Athletic aquella tarde, y había interés por algún jugador. Miraba a mi alrededor y me resultó divertido que aquel hombre pasara inadvertido en un campo de fútbol.

   Más allá de los títulos, el Mónaco, de la mano de Wenger, dejó huella por su juego, excelso y festivo. Por ahí le llegó la propuesta de entrenar al Nagoya Grampus Eight, capitaneado por el alma mater de la selección yugoslava: Dragan Stojkovic. El paso por la J-League fue efímero, pues la historia le aguardaba. Le llamó el Arsenal, y desde 1996 es su mentor. “Arsène, who?” se preguntaban los tabloides entonces, porque para ellos era un técnico totalmente desconocido. Pero alguien en el club tuvo buen ojo, porque fichó al hombre que iba a devolver al club el lustre que tuvo en los primeros años del siglo pasado.

   Para ganarse la confianza de la gente invirtió en tiempo (concepto tan manipulado en el fútbol), fichando jugadores de experiencia. Mantuvo el bloque defensivo histórico, con el mítico back five (Seaman; Dixon, Adams, Bould, WinterburnKeown también); y a partir de ahí se benefició del talento descomunal de un incomprendido en Italia, Dennis Bergkamp, para comenzar a construir su obra. Puso en órbita a un jovencísimo Anelka; reorientó las carreras de Vieira y Henry; dio el espaldarazo a Overmars, Petit, Ljunberg, Kanu, Pires, Wiltord, Hleb, Cole… Y tuvo  arrestos para hacer debutar en el Arsenal con 16 años a Cesc Fábregas, el futbolista que ha personificado la naturalidad y el dinamismo de un equipo diferente.

   Cuando se marchó Patrick Vieira del Arsenal el equipo fue perdiendo exuberancia física, determinación y carisma. Luego salió Thierry Henry, y la sensación se fue acrecentando. Un batallón de pequeños futbolistas liderados por Fábregas intentó suplir con atrevimiento y mucho fútbol esa pérdida de peso. Wenger tiene una idea clara y no la abandona. Los futbolistas pasan, pero el club se mantiene; se mantienen sus seguidores, tan felices con los años que le están regalando sus chicos, de la mano de Arsène Wenger. Pero el elixir de la eterna juventud está en entredicho por las circunstancias del fútbol y de la vida.

   El Arsenal ha triunfado. Se ha convertido en el principal surtidor de las grandes multinacionales futbolísticas: Chelsea, Manchester City, FC Barcelona… Y Wenger sigue con su plan. Busca alternativas inmediatas donde otros sólo ven promesas inciertas. Tiene a Wilshere, a Ramsey; ha fichado a Chamberlain, cuenta con Walcott; pero los contratiempos se acumulan, en forma de lesiones y reveses deportivos.

   La gran fragilidad del entramado se encuentra en la retaguardia. La fortaleza de un equipo se mide desde la base, y los centrales de Wenger carecen de empaque. A partir de ahí, todo son lesiones, algo que en el Arsenal pesa más que la nostalgia. Hoy el fútbol sólo parece tener ojos para Manchester, convertido en epicentro del fútbol. La derrota del Arsenal en Old Trafford por 8-2, la más abultada del conjunto londinense en los últimos 115 años, deja muy tocado a un club importante.

   Con los nuevos tiempos, las estrellas circulan hacia Manchester. Mientras, las nubes se ciernen sobre Londres. Pero volverá a salir el sol. Wenger y sus chicos merecen otro destino.

 

 

 

                                                                               Naxari Altuna (periodista)  naxari altuna



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