El Deportivo fue un equipo bien engarzado, veterano, con mucha sabiduría para resolver los incovenientes y marcar la diferencia. Resurgió Juan Carlos Valerón, el genio de la lámpara. El futbolista más rápido de Segunda, porque ve cosas que los demás ni siquiera imaginan. Si alguien tuviera un don parecido, él lo superaría, por talento natural. El reloj de Arguineguín sigue marcando los cuartos de hora con la misma vigencia de siempre. Andrés Guardado fue un desestabilizador permanente, comprometido con la causa deportivista aun sabiendo que la temporada que viene no iba a estar. Jugará en el Valencia el mexicano. El año de Segunda vimos la mejor versión del zurdo con tirabuzones de oro. El portugués Bruno Gama fue un estilete en el otro costado. Un gran acierto su incorporación, por juego, goles e influencia en el despliegue. Tantos bien repartidos, en un equipo equilibrado, con buenos mimbres, de superficie a superficie. Dani Aranzubia, guardameta de jerarquía; Lassad, Riki y Xisco (providencial en las dos jornadas definitivas): señores del gol.
De la mano de José Luis Oltra vuelve a la Liga un equipo que supo desde el primer día dónde se metía. No se creyó un equipo de Primera en Segunda. Fue simplemente el mejor de la categoría de plata. El mejor de la historia, con 91 puntos.
Pero, quizá, el pasaje más bonito de la temporada viene protagonizado por el Real Club Celta de Vigo. Un club errante en las últimas temporadas que por fin acertó con las personas. Acertó con las personas que rescataron la esencia del fútbol: formación, identidad y juego. Ficharon a un entrenador que desprende sabiduría y humanidad por los cuatro costados: Paco Herrera. Abrió la puerta de A Madroa y la cosa comenzó a fluir. Cuánto y cuánto bueno nació de las entrañas del vivero celeste. Se habla y no se para de Iago Aspas, pero busquen en cualquier parcela del campo. Encontrarán calidad y compromiso. Encontrarán un gran equipo, diabólico con la pelota y el espacio conquistado. Pero me quedaré con un nombre. Un nombre con mayúsculas. Es su gran capitán: Borja Oubiña. Desterrado del fútbol cuando hace cinco años se partió la rodilla en un lance con Dirk Kuyt. Recién había aterrizado en el Birmingham, a préstamo, cuando el Celta perdió la categoría. El canterano volvió roto. Parecía perdido para el fútbol. Constantes recaídas. Volvía y otra vez caía en el pozo. Pero su tenacidad le devolvió la salud, comenzó a oler la hierba como antes y agarró el brazalete para devolver la gloria a Balaídos. Gloria de Primera.
Naxari Altuna (periodista) @naxaltuna