Las instalaciones de Blooming, uno de los equipos importantes de Santa Cruz, dan fe de la precariedad del fútbol boliviano. Mucho por hacer para mejorar unas estructuras precarias que retrasan el desarrollo del balompié en el país del altiplano. Apenas alguno de los equipos importantes del país asoma competitivo en la Copa Libertadores: alguna vez Bolívar, rara vez Oriente Petrolero, como Blooming. Estos dos últimos son los equipos más representativos de Santa Cruz, la ciudad mejor equipada del país, en pleno oriente, enclave de la oligarquía boliviana.
Es martes por la tarde. El viento sopla con la misma cadencia y persistencia que en la Patagonia argenina. Es inherente al lugar. Cielo encapotado, nada que ver con el azul celeste de Blooming. Hierba alta, terreno desigual, la pelota se siente descontrolada en pleno entrenamiento del seleccionado sub’20 que prepara el inminente sudamericano sub’20 en Argentina. Es un día especial. Entrenan a las órdenes del Profesor Azkargorta, un hombre con tremendo prestigio en Bolivia, su otra patria. Y es un día especial, también, porque van a recibir la visita del Diablo. Nada que ver con la mitología ni la fábula. Se trata de Marco Antonio Etcheverry, aquél zurdo endiablado, integrante de la gran selección boliviana que acudió a la Copa del Mundo de EEUU en 1994. Toma la palabra uno de los discípulos aventajados del célebre bigotón: “Chicos, ustedes deben dar gracias a Dios por poder estar a las órdenes del profe. No desaprovechen la oportunidad…”. El mismísimo diablo se encomienda a la divina providencia. Nos hacemos cargo de la dimensión que tiene Xabier Azkargorta en Bolivia. Seguidamente llega el turno del adjunto del profesor, Marco Sandy, otro componente de la generación del 94. Los aprendices escuchan con atención. Hablan los héroes que coparon titulares y se convirtieron en leyenda cuando ellos apenas habían visto la luz.
Etcheverry tuvo un paso fugaz por la liga española: jugó en el Albacete de Benito Floro. El el Mundial su participación fue testimonial, al ser expulsado en el partido inaugural ante Alemania al poco de saltar desde el banquillo. Ello le dejó fuera de combate para el resto de la competición. Conmueven sus palabras en referencia al equipo, y sobre todo a su compañero de habitación y “hermano” Erwin “Platini” Sánchez. “La víspera de jugar contra España (el partido decisivo del grupo), Erwin tenía 39,5 de fiebre. Deliraba. Llamamos al médico y teníamos claro que no podía jugar el partido. Pero al día siguiente al verle correr por el campo como un chico de 15 años me quedé sorprendido. Esas cosas las valoro mucho”. El protagonista recuerda el trance con orgullo: “Marco y el profe Azkargorta me dijeron que no podría jugar. Pero la voluntad de ayudar al equipo podía con todo. Al final pude alinearme. Y el premio fue poder marcar el primer y único gol hasta el momento de Bolivia en una Copa del Mundo. Siempre resalto este ejemplo, porque al final quien trabaja duro consigue su recompensa”. Hablaban los dos máximos exponentes históricos del fútbol boliviano. Conmueven las palabras de Etcheverry, fundamental en la fase de clasificación sudamericana, lesionado de larga duración y sacrificado hasta la extenuación para poder llegar a la cita mundialista, y seguir las evoluciones desde el banco, como un hincha más de sus compañeros.
Miguel Rimbaconversa de forma apasionada con el profe. Al otro lado de la mesa escucha atentamente Erwin Sánchez. Hablan del futuro, de las estructuras del fútbol boliviano, de las generaciones venideras. Rimba es otro de los componentes del histórico equipo boliviano y actual viceministro de deportes. Xabier Azkargorta comenzó su segunda etapa de trabajo en Bolivia hace un año, con la responsabilidad de poner en marcha un plan para el desarrollo del fútbol boliviano desde la base. Era una misión que le encomendó el Presidente Evo Morales. En ello está el profe, y desde el pasado mes de julio nuevamente al mando de la selección. Siempre dispuesto a ayudar. Rimba guarda con celo un consejo que le dio el técnico azpeitiarra hace un tiempo: “El profe había dado una conferencia para entrenadores. Yo me acerqué a pedirle unos apuntes. Él me los dio enseguida y me dijo: Miguel, esto es para ti y para que tú, a su vez, lo puedas impartir a otros entrenadores. Nunca des algo que te sobre, siempre da lo que tengas”.
Por las calles de Santa Cruz mentar la figura de Azkargorta es llamar a la felicidad que vivieron sus habitantes hace 20 años cuando Bolivia llegó al Mundial tras codearse con los gigantes de Sudamérica. “Él nos dio la esperanza”, “Nos enseñó a ser mejores, a saber vivir mejor”, “Es un mito, un icono…” nos decía la gente. Y el carismático periodista Fernando “Papi “Nürnberg cerraba el círculo: “Xabier Azkargorta cambió la mentalidad de los bolivianos”. En un país diverso, multicultural, difícil de ensamblar por las diferentes disputas. Las comunidades indígenas, con los guaraníes, chiquitanos y guarayos… también agradecen al profesor su dedicación y compromiso: “Incentivó la participación de las mujeres en el deporte, con ayudas a las madres indígenas del Chaco. Eso fue fundamental para la mejora de la autoestima y la diginidad”, nos cuenta Antonia Irayigra, miembro de la Asamblea chiquitana.
19 años después Xabier Azkargorta vuelve a casa al frente de la selección boliviana para enfrentarse a su gran amigo Mikel Etxarri. Un duelo altamente emotivo. Y, como anécdota, dos protagonistas repiten de aquel partido disputado el 22 de diciembre de 1993 en Anoeta. Mejor dicho, tres protagonistas se vuelven a ver las caras: el propio estadio, Xabier Azkargorta, y el arquero boliviano Sergio Galarza, suplente en aquel entonces, con 19 años. Da la curiosa circunstancia de que Galarza llegó a jugar contra su propio padre (también portero) en el campeonato boliviano.
El profesor sigue impartiendo magisterio y deja una frase que, al poco de llegar al país del altiplano, le recordó el entonces cónsul español Carmelo Angulo: “Xabier, Bolivia es un país imposible de olvidar pero difícil de entender”.
Naxari Altuna (periodista) @naxarirena