El conjunto txuri-urdin que prepara Philippe Montanier vive embriagado de fútbol, y la hinchada se frota los ojos, con el mismo efecto que procura la lámpara. Salta a la vista un genio y sentencia: “hoy vamos a disfrutar con la pelota… y a ganar”. La redonda no guarda secretos. Este equipo ha ido construyéndose sobre una delicada baldosa, que antes, en los recientes y duros años, difícilmente soportaba un paso en falso; pero, en el trayecto, las soluciones y el método han desembocado en un mar de ilusiones.
Había que ver ayer la sonrisa de la gente que poblaba la grada blanquiazul de Vallecas. Eran l@s mism@s que estaban en los peores momentos; l@s mism@s que alentaron al equipo aquel loco mediodía de empate a partes iguales, en unidades de a tres.
La generosidad del esfuerzo, las gargantas profundas, el simple juego natural que desprende el equipo no tienen precio. Y todo este estado de efervescencia lleva la rúbrica de un normando silencioso, vilipendiado en los días de tormenta, que supo capear el temporal con calma, con criterio, con buen gusto, a pesar de los vientos adversos.
La Real tiene la sutileza de quien va retando suavemente al gol, hasta que lo encuentra de forma implacable. Se toma su tiempo; acelera el proceso cuando barrunta el espacio, y ahí puede aparecer un central, como un lateral, mediocentro, interior, extremo o punta. No hay referencia y todos lo son. Porque la propuesta colectiva traza mil caminos, y tiene once caminantes de paso firme. Jugar para ganar; jugar disfrutando; cantar victoria desde el placer de haber sido capaces de convertirse en deleite general.
Todo el mundo habla de la Real. Todo el mundo alaba al conjunto txuri-urdin. Un grupo de chavales cuya gran ilusión era vestir la zamarra con rayas y que se quedaron para poder conquistar tierras imposibles. Allanaron el camino, experimentaron, profundizaron, y desde el juego se ganaron a la gente… Camino del siguiente punto de encuentro, los días comienzan a hacerse cortos. Primavera futbolística.
Y mención especial para el nueve, esa pesada camiseta en cualquier equipo. En éste, particularmente, que vio cantar goles con la estirpe del ariete a Bienzobas, Satrus, Aldridge, Kodro, o Kovacevic. Que improvisó goleadores como Nihat. Y que tenía en su propia fábrica de caramelos a un chico que llevaba ocho años demostrando maneras, jugando al fútbol para sus compañeros, facilitando muchos caminos, y que ahora salta al escaparate porque los marca a pares. El fútbol es algo más qué números, bastante más que eso. Las sensaciones, el sentimiento placentero de jugar y ganar, todos de la mano, es la gran victoria de este equipo. Ayer repartieron dulces en Vallecas, con Imanol Agirretxe al frente.
Naxari Altuna (periodista) @naxarirena