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Competidores extremos
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Un concurso cualquiera lanza la primera pregunta. Animales competitivos. ¡Tiempo! Veámos: carnero, caballo, león, tigre, leopardo… Y de repente alguien grita desde un rincón: ¡Messi! Y yo añado a Raúl. Bestias competitivas.
Leo Messi está en pleno esplendor y acudió una vez más al rescate de su equipo en un partido difícil, de los que marcan las verdaderas distancias en un campeonato. El argentino coronó una excepcional maniobra del multiusos Adriano Correia, lateral diestro en Mallorca, ayer en el costado izquierdo. Lo de Messi va in crescendo; lo de Raúl es cuarto creciente sin solución de parada.
Va para dieciséis años desde que le viéramos debutar en Zaragoza con aquella sucesión de ocasiones marradas ante Andoni Cedrún. 15 temporadas en el Real Madrid, con el siete a la espalda, sin ser ni el más rápido, ni el más fuerte, ni el mejor dotado técnicamente, ni el más plástico… Simplemente Raúl, el más listo de todos: el mejor competidor posible.
Con tres Copas de Europa a sus espaldas, entre otras cosas, y un registro de goles incalculable, declinó la comodidad de ser embajador del Madrid en activo, con un contrato superlativo. Quería seguir compitiendo a sus 33 años. Quería seguir jugándolo absolutamente todo, como Messi o Cristiano. Y viendo que en Madrid eso iba a ser poco probable, agarró su baúl y se marchó a la cuenca del Rühr,para enrolarse en las filas de un equipo industrial: el Schalke 04. Allí, como en sus quince temporadas vestido de blanco, nadie le discute nada. En Gelsenkirchen, cualquiera que hable de fútbol tiene que refererirse obligatoriamente a Raúl, el jefe del equipo. Ayer dio una muestra más de su afán competitivo.
Las agencias lanzaron la noticia por la noche. El Schalke 04 jugaba en Munich. Era el choque de semifinales de la Pokal (Copa alemana), que se disputa a partido único. El duelo era en la capital bávara, con el Allianz Arena hasta la bandera. Al Bayern o al Schalke 04 les aguardaba el Duisburgo en la final. Minuto 15 de partido: Farfán bota una falta lateral desde la parte derecha del ataque visitante, prolonga un compañero y allí estaba Raúl, en el único sitio donde podía tomar la pelota. El siete azul remachó la jugada, como anteriormente había hecho decenas de veces en campos de medio mundo. El más astuto de los delanteros añadía una muesca más a su lista de dianas.
A partir de ese instante, agrupado en torno al gran guardameteta Manuel Neuer, el equipo de Félix Magath tiró de solidaridad para cerrar espacios y medir la ansiedad del Bayern. Así llegó el partido al minuto 90: Raúl ataca por el flanco derecho, se revuelve en su afán de dormir el partido, intenta contemporizar pero la zaga del Bayern recupera la pelota. Ya en tiempo añadido, Raúl se rebela, saca fuerzas para apretar al rival y recupera el balón, forzando el córner. El Schalke 04 bota el saque de esquina y el colegiado señala el final del partido. Otro duro golpe para el Bayern. Durísimo. El pasado sábado el Borussia Dortmund le asestó uno definitivo para el devenir de la Bundesliga, derrotándole por 1-3. Y los vecinos del Dortmund le apearon ayer de la Copa.
Los hombres de Félix Magath se fundieron en una piña. Faltaba uno. No estaba Raúl. El siete agarró la pelota y se fue corriendo, enloquecido, hacia el sector donde estaban los hinchas de su equipo. Agitó los brazos y pegó un puntapié al balón, enviándolo a las alborotadas gradas vestidas de azul y blanco.
El otro día se convirtió en el máximo goleador de las competiciones europeas, y sigue tirando del carro. Éste nació para hacer un siete.
Naxari Altuna (periodista) 