El Lyon ha cambiado de registro. Ya no es el monarca del fútbol francés, título que acuñó en los albores del siglo XXI. Durante años no tuvo rival en Francia. Siete títulos de L1 encadenó de forma consecutiva, la totalidad que jalonan su palmarés. Hasta entonces había sido un equipo con una trayectoria oscilante. No era un clásico del balompié francés. La afición gala sigue venerando a su vecino, Saint-Etienne, desde la nostalgia. A pesar de llevar más de treinta años sin haber ganado la liga. Algo ha fallado en el séptuple campeón hexagonal para no llegar a los aficionados en general. Francia fue un día del Saint-Etienne. Todavía arrastra adeptos de la época gloriosa; pero Francia nunca tuvo empatía con el lustroso Lyon.
Se le veía venir. Su astuto presidente Jean-Michel Aulas tomó las riendas en Segunda división para poco a poco subir peldaños y ponerlo en órbita. Tras el ascenso el reto era Europa. Y tras pisar el Viejo Continente, un título. Y luego otro. Y otro más. Hasta consagrar un reinado que parecía eterno... Pero nada es para siempre.
La llegada del goleador brasileño Sonny Anderson a finales de los 90 comenzó a cambiar el rumbo del conjunto francés. Se abría la vía brasileira con trazos de jerarquía y clase: Claudio Caçapa, Cris y Juninho Pernambucano dejaron una huella profunda en Gerland. Fueron la avanzadilla para que compatriotas como Nilmar, Fred o Michel Bastos tuvieran un camino reconocible.
Un equipo siempre dirigido por técnicos de perfil discreto. Silenciosos. Serios. A imagen y semejanza de Gérard Houllier, Jacques Santini, Paul Le Guen, Alain Perrin, Claude Puel o Rémi Garde, antiguo capitán del equipo y responsable del centro de formación. Juego equilibrado, rápido y poderoso en la zona ancha. Futbolistas como Michael Essien y Mahmadou Diarra resultaron fundamentales para el cambio de dimensión. Primero, por su rendimiento en el campo; y más tarde, por las plusvalías que les procuraron al club, para poder seguir fichando futbolistas de relumbrón y pagar fichas astronómicas.
Un clásico de la Liga de Campeones. El Lyon fue durante años el rival a evitar; convertido en bestia negra del Real Madrid. En la fase de grupos y en las eliminatorias. Y siguieron pasando grandes figuras por el césped, como el patrón Jérémy Toulalan, el infatigable Kim Källstrom, o el delantero con mayúsculas Lisandro López. Pero el Lyon siempre tuvo un tesoro que el tiempo y las circunstancias han terminado por destapar: la cantera. Un excelente vivero que ha dado grandísimos futbolistas, tantas veces invisibles a los ojos de los dirigentes.
Florian Maurice fue la referencia del centro de formación en los 90. Un goleador reconocido en Francia. Prefirió emigrar a Paris y Marsella, antes que esperar al despegue definitivo de su equipo. Ludovic Giuly y Steed Malbranque también se marcharon en busca de fortuna. Previamente lo hizo el monumental Frédéric Kanoute. Con él no contaban. Y en esas llegó un chico medudo, vivo como una centella, para quedarse, para ser el faro de la escuela: Sidney Govou. Poco después le seguiría un delantero con unas condiciones técnicas excelsas; un talento descomunal que por su frialdad y timidez parece escondido: Karim Benzema, estandarte de la brillante generación del 87, junto a Hatem Ben Arfa y Loïc Rémy. Ninguno de los tres juega en el Lyon. Hace tiempo que no lo hacen. Benzema llenó las arcas del club tras su traspaso al Real Madrid; los otros dos pasean su calidad por los campos de la Premier League.
Ishak Belfodil es otro delantero de gran porte que triunfa en Italia. Rompió en el Parma con buen pie, para ganarse un sitio en una de las grandes escuderías del Calcio, el Inter. Uno de tantos que fueron vendidos por su club formador para poder fichar más estrellas. Pero se acabaron las grandes maniobras del inefable JMA. El fair-play financiero le ha hecho cambiar de estrategia. Sin perder de vista el podium en Francia; objetivo innegociable a pesar del giro en su política. Austeridad sin desdeñar el talento, gracias a su rico centro de formación.
Lisandro López era una especie de último mohicano, eje total del juego desde el ataque. La penúltima fuga. El Lyon perdía a su bandera. Al capitán. Pero, curiosamente, parece haber recuperado al último gran fichaje que realizó Aulas en su día, procedente del Girondins de Burdeos. De allí se llevó a Yoann Gourcuff, el verano de 2010, protagonista de dos temporadas pletóricas con el conjunto aquitano. Inolvidable aquel gol ante el PSG en Parc Lescure. 22 millones de euros pagó el OL por sus servicios, cantidad que en ningún momento ha justificado con su rendimiento el centrocampista bretón. Tres temporadas a oscuras.
Pero en este arranque de campeonato parece resurgir del ocaso. Se ven trazos de su juego efervescente y centelleante, algo que parecía parte del recuerdo. ¿Vuelve Gourcuff? Esa es la gran pregunta. El viernes destacó sobremanera en la victoria ante el Sochaux, con mucha luz, y un gol de categoría. Ahora parece ser el apoderado del interesante ramillete de jóvenes canteranos que adornan el once Lyonnais. Desde la portería hasta la punta del iceberg, todo es juventud y alegría en el Lyon. Ça marche!
Maxim Gonalons es el corazón del equipo. Creció a la vera de Toulalan: buen maestro. En la segunda vuelta de la pasada temporada el Lyon recuperó a un antiguo canterano retirado en extrañas circunstancias, tras un largo periplo por Inglaterra: Malbranque. Abandonó hace tiempo la banda derecha para dar fuelle al mediocampo, como interior de largo alcance. Va, viene, apoya... Los destellos de Clément Grenier son cada vez más constantes y decisivos. Como lanzador, pasador definitivo y goleador de tiros largos. Una joya.
Tras la marcha de Lisandro, Alexander Lacazette -compañero de Antoine Griezmann en la selección francesa sub’19 campeona de Europa hace dos años- ha remontado un peldaño, para convertirse en el hombre más adelantado del equipo. Su adaptación al puesto ha sido inmediata. Muerde con y sin balón. En constante movimiento.
Yassine Benzia, la última aportación de la cantera al primer equipo juega de costado, a la derecha. Le miran como lo hacían con Benzema en sus inicios. El río suena. Y por la izquierda asoma Gourcuff. Pero es un decir. Porque siempre busca el contacto con la pelota y con sus compañeros. Parece que ha sonado el despertador.
Y pasan muchas cosas por dentro porque hay dos laterales que estiran el campo y activan la turbina. Miguel Lopes y Henri Bedimo aportan mucha profundidad a un juego marca de la casa.
Naxari Altuna (periodista) @naxaltuna