Las etiquetas son clichés susceptibles de pasar a mejor vida en cuanto salta la chispa. La Real llevaba diez meses sin ganar fuera de casa. Era incapaz de romper la dinámica. Una especie de frustración acumulada que parecía una oda a la resignación. Hasta que cambió la tendencia. Nunca existe una sola razón para explicar los acontecimientos que se dan en este juego. Y menos cuando convergen tantas situaciones impredecibles.
El humor es muy volátil en el fútbol. Algo cambiante según la naturaleza de los números. Como el barco que termina plegado al capricho de los vientos. El tiempo vive angustiado en medio de los resultados; atrapado por el impulso de la frustración. Nada, o casi nada, escapa a los malos resultados. Pero la Real supo capear el temporal en los peores pasajes: vivió muchas vicisitudes, algunas extremas, en el espacio de seis años, y el tiempo le ha distinguido. La importancia del proceso.
El logro de la Real es haber conquistado la batalla del tiempo. Perdurar en el punto de partida y conseguir una evolución que le permite competir en cualquier situación, ante cualquier rival. Demostrar que la primavera en el fútbol llega de forma natural, sin brusquedades. Que muchas veces no hace falta acometer una aventura a la desesperada, porque todo requiere su tiempo de maduración.
La cabeza es el motor. Un día se produjo una especie de explosión de juego y goles en Mestalla, algo que terminaría siendo fundamental para encadenar victorias a domicilio. Desde la confianza. Pero eso no surgió de la nada. El trabajo comenzaba a dar sus frutos después de mucho insistir, aguantar... para terminar enterrando el complejo de visitante estéril.
Había talento. Había talante. Había método. Y la confirmación llega en el tiempo, con el ingreso en la élite de un grupo que comenzó a crecer desde la Segunda división. De Las Palmas, primer desplazamiento del conjunto txuri-urdin tras el descenso, a Lyon; pasando por infinidad de campos, con derrotas dolorosas, y un aprendizaje que ha reforzado la convicción.
El hecho de haber continuado por esa senda, con naturalidad, sin traumas, con suma paciencia, coherencia y tino ha devuelto a la Real al primer plano futbolístico. Su afición, que nunca le abandonó, luce feliz, y las nuevas generaciones disfrutan de sensaciones que parecían patrimonio de las hemerotecas. Es un fenómeno Real. El dulce tránsito por un camino labrado en el tiempo.
Se avecinan frentes llenos de adrenalina, en un intenso viaje de gran desgaste emocional. La Real entra en otra dimensión.
Naxari Altuna (periodista) @naxaltuna