“Creo que el fútbol francés cuenta con los mejores jugadores jóvenes del mundo”. Marcelo Bielsa.
Hace dos semanas un futbolista menudo asomó por La Mosson (Montpellier) junto a sus jóvenes colegas y puso patas arriba el partido. Ganó el Lyon, con la misma autoridad que demostró unas jornadas antes en Burdeos. Cinco goles en ambos partidos.
Nabil y sus jóvenes compañeros se habían recreado en Chaban- Delmas con un 0-5 que suponía un mensaje claro a sus oponentes más acreditados: Marsella, París y Mónaco. Montpellier fue la siguiente parada.
Pasaban las jornadas y el peso de la responsabilidad no parecía hacer mella en la tropa de Gerland. Poco a poco iba dejando atrás su particular travesía del desierto, con la luz al frente; luminosidad que emana del flamante estadio que en breve estrenarán: Le Stade des Lumières.
De niño, no lejos de allí, jugaba Nabil en el gran parque de Lyon, mostrando su destreza con la pelota. Disfrutaba con sus hermanos pequeños y amigos de la infancia. Muchos de ellos de origen argelino, como él. Su familia había emigrado a Francia y Nabil nació a orillas del Ródano. Allí creció viendo ganar al OL, séptuple campeón de Francia coincidiendo con el cambio de siglo.
Nabil ingresó en las categorías inferiores del Lyon, pero tras una larga lesión quedó relegado. Buscó acomodo en otros pequeños clubes de la ciudad para seguir disfrutando del juego, y terminó aflorando el talento, de forma natural. Su constancia le devolvió al club que le había desechado y ahora alumbra.
Es Nabil Fekir, el joven que, por momentos, nos transporta en el tiempo para recordar a aquellos grandes futbolistas que llegaron al hexágono desde el norte de África y dejaron huella. Desde Rachid Mekhloufi hasta Ali Benarbia. Grandes personalidades que deleitaron a los aficionados durante décadas. A diferencia de aquellos, Fekir es de una generación que nació en Francia, como Zinédine Zidane, Karim Benzema o Samir Nasri. Un zurdo de arranque y parada, potente, sutil, inteligente, animador del juego ofensivo, de pase y ruptura, que ha conectado con el goleador del equipo: Alexander Lacazette. Curiosamente, se estrenó con el primer equipo en la vuelta de la previa de la Liga de Campeones la pasada temporada en Anoeta.
En Lyon pusieron en marcha un plan de austeridad hace varios años con el objetivo de repuntar con mayor estabilidad una vez tomado acomodo en su nuevo hogar: el estadio que debe reportarle los recursos necesarios para volver a instalarse en la cúspide del fútbol galo y la élite europea. Las grandes figuras fueron desapareciendo, la masa salarial disminuyó de forma considerable, y la prolífica cantera ha terminando dando unos réditos inesperados a estas alturas.
El Olympique Lyonnais ha liderado la L1 en las últimas jornadas con argumentos para poder aspirar a su octavo entorchado. Sería comparable, por el perfil del equipo, al título que cosechó el Nantes en la temporada 2000/01 de la mano de Raynald Denoueix.
El interés mediático, la exigencia de los perseguidores, todo ha ido en aumento en las últimas semanas, y resulta particularmente llamativa la respuesta de Fekir sobre el terreno de juego. La semana previa a su exhibición en Montpellier, con dos dianas de autor y un penalti provocado por él mismo, fue especialmente complicada, por una cuestión vital que iba más allá del fútbol. Había llegado el momento de definir su rumbo.Tenía la posibilidad de ser internacional con Argelia (su país de origen, la tierra de sus padres) y Francia. Hace unos meses habló en una televisión argelina sobre su sueño de infancia: “Jugar con la selección argelina”. Unos días antes del partido en Montpellier le llamó personalmente el seleccionador de Argelia, el francés Christian Gourcuff, padre de su compañero de quipo Yoann. Y poco después entró en liza el técnico de les bleus, Didier Deschamps. Llegó el momento de dar el paso. Era una decisión de gran calado. Cualquiera diría que tenía la cabeza en otra parte cuando ofreció aquel recital de fútbol ante el Montpellier. Su temple marcó la diferencia y catapultó al equipo. Esa noche, el consejero del presidente Jean-Michel Aulas, el antiguo delantero internacional Bernard Lacombe, adelantó la noticia que tenía en vilo a toda la comunidad futbolística en Francia y Argelia: Nabil Fekir, a sus 21 años, había decidido vestir la camiseta bleu de Francia y soñar con la Eurocopa de 2016 que tendrá al nuevo Stade des Lumières como uno de los escenarios estelares de la competición. Argelia suspiraba por juntar sobre el verde a Brahimi, Feghouli, Fekir y Slimani, pero la noticia cayó como un jarro de agua fría sobre los Fennecs. Con miras al próximo europeo, en el Équipe de France Fekir se juntará, muy posiblemente, con Benzema y Lacazette, los otros hijos pródigos del Ródano.
Tras unas semanas de incertidumbre, Nabil Fekir ha sido convocado por primera vez por la selección francesa absoluta para disputar dos amistosos ante Brasil y Dinamarca. Coincide con la pérdida del liderato del Lyon en la liga francesa. En el partido disputado en Gerland ante el Niza estaba Fekir, pero la ausencia de sus socio predilecto, Lacazette, dificultó las conexiones en la zona de tres cuartos de campo. Nabil se sintió algo huérfano, sin poder tirar paredes, ni apoyarse en el máximo artillero del campeonato. A partir de esta semana entra en otra dimensión. Se vislumbra una larga y brillante carrera internacional.
Naxari Altuna (periodista) @naxaltuna