La primera noticia llegó desde las inmediaciones del bullicioso Karaiskakis, en el puerto del Pireo. “Han destituído a Lienen” se podía escuchar en los corrillos futbolísticos de Atenas.
Edwald Lienen es un entrenador alemán -fue ayudante de Juup Heynckes en el Tenerife-, y había llegado al Olympiakos el pasado mes de julio. Su misión era voltear el estado de las cosas, nada favorables para los intereses del conjunto del Pireo (Panathinaikos consiguió el doblete la pasada temporada). Por primera vez desde hace mucho tiempo Olympiakos no iba a participar en la Liga de Campeones. Sólo podía acceder a la Europa League, luego de superar dos eliminatorias previas. Pero se quedó en Israel. No pasó el corte. Y Edwald Lienen se tuvo que marchar a casa… ¡Antes de comenzar la Liga!
El guía del proyecto ya no estaba. ¿Pero, había proyecto? No. El único proyecto era ganar el siguiente partido. Entonces, Olympiakos fue a buscar desesperadamente a Ernesto Valverde.
El Arlès-Avignon ascendió la pasada temporada a la L1 francesa, por primera vez en su historia. A su entrenador, Estevan, lo destituyeron en plena pretemporada. Pero lo restituyeron, para volverlo a decapitar poco después.
En la Liga española, Gonzalo Arconada dejó de ser entrenador del Tenerife en la cuarta jornada; Antonio Álvarez ayer mismo, en el Sevilla. Hacía tiempo que en una esquina de Nervión esperaba pacientemente Gregorio Manzano.
Antes de cumplirse el mes de competición corren peligro infinidad de entrenadores del panorama futbolístico en general. A saber:Puel en el Lyon, Gross en el Stuttgart, Magath en el Schalke 04, Gay en el Zaragoza, Lillo en el Almería (como ganó ayer, al parecer tiene crédito para unos días más), quizá Lotina en el Deportivo, etc., etc.
El fútbol está abocado al desastre con esta tendencia tan alocada. Todo el mundo apunta a los entrenadores, que no son infalibles ni divinos; pero rara vez se escucha entonar el mea culpa al director deportivo o presidente-dueño de turno. Los entrenadores comienzan su trabajo bajo sospecha. Hasta el propio Jose Mourinho. Parece que todo el mundo les espera. Ahora resulta que el bueno era Manuel Pellegrini, cuando la pasada temporada, desde el primer día, no tuvo paz ni tranquilidad para trabajar. ¡El único criterio para comparar la situación es el número de goles a favor de uno y otro!
¿Cuando los resultados no salen, existe un análisis pormenorizado de la situación? O sólo es problema de entrenador? En ese estado de histeria es imposible trabajar. La falta de coherencia y sentido común han llevado al fútbol a un atolladero. Ahora, de repente, en tiempos de recesión las canteras, tan infravaloradas hace no mucho, son la tabla de salvación para cantidad de clubs. Y los que no tienen vocación de cantera, a temblar.
Prisa mata, dicen por ahí abajo. Estamos viendo cambiar los estados de ánimo de un día para otro. ¿Pero con qué criterio? El famoso entorno también aprieta. Falta mesura y análisis más pormenorizados y profundos. Resulta que la Real arranca la temporada con buenos resultados. Luego pierde con el Madrid, y alguien, por sensaciones, se acuerda de la UEFA. Aplacado el deseo y la motivación que provoca jugar contra el Madrid, vuelve la normalidad (Osasuna, Mallorca…), y de repente todo es oscuro. Se habla de actitud. Puede ser una causa. ¿Pero, y el fondo?
La Real no tiene un perfil contundente. Le falta determinación atrás, velocidad de ejecución y precisión en sus dos primeras líneas, atención en diversos lances y luz en la zona ancha. En Primera, la medular marca la tendencia de un equipo. Con mayor o menor tránsito, el centro del campo tiene que marcar la pauta, en ritmo de partido y orientación del juego. A la falta de luz para buscar pausa y ritmo de juego se suma la intermitencia de la calidad diferencial. Los jugadores más dotados son de apariciones. Falta constancia.
La pasada temporada (el nivel de la Segunda fue el más discreto de los últimos tiempos, pero no por ello es menos meritoria la consecución del ascenso) la Real sólo ganó un partido fuera de casa en toda la segunda vuelta. En Anoeta se mostró muy firme, sin demasiados alardes. La solidez defensiva del equipo fue el pilar del ascenso. Pero la Primera plantea otro tipo de necesidades: exige más atención y pericia (por mayor calidad de los rivales), más velocidad de ejecución y determinación. Sobre todo determinación. Eso se adquiere con experiencia, carácter o con la adquisición de grinta (acepción sudamericana de canchero. Oficio, vaya). Con la vuelta a la normalidad, habrá que adaptarse rápido a todo ese tipo de circunstancias que hacen más complicado competir en la máxima categoría. Pero, sobre todo, mucha coherencia. El rumbo está trazado: Zubieta como eje, con jóvenes interesantes para ir poniendo los cimientos del futuro, con naturalidad; y el aporte de buenos fichajes, que sean determinantes (frase tan manida ésta). El trabajo debería ir orientado hacia una cultura de juego definida, con una mentalidad competitiva a prueba de fuego. La tarea es ardua y requiere de mucho trabajo. La pasada temporada se perdió una gran oportunidad para avanzar en el primer aspecto: el del juego. Y lo que no puede ser es que la supuesta calidad diferencial que ha de venir del exterior presente el siguiente parte: Sarpong (inédito), Ifrán (lesionado), Demidov (llega en diciembre). En cuestión de fichajes, el tiempo es oro. Lo contrario a la realidad actual.
Hay quien reclama más fichajes. Todo es mejorable. Pero un cambio de rumbo exagerado alimentaría lo expuesto al inicio… Paciencia señores. Compitiendo se hace uno mayor. Pero con orden, criterio, determinación y juego: la madre del cordero.
Naxari Altuna (periodista)