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Los entresijos del alto nivel

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Los entresijos del alto nivel
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ImageOcurrió en Marsella. Una de tantas historias recurrentes en el fútbol de máximo rango. Volvía el conjunto marsellés a la Liga de Campeones después de penar durante años, con un descenso a Segunda incluido. Y llegó el Milan al Stade Vélodrome, desvencijado, con una mala trayectoria, asfixiado por el ambiente que le rodeaba. Jugó más el conjunto francés. Creó ocasiones. Mereció el triunfo. Pero ganó el conjunto italiano. Pippo Inzaghi marcó la diferencia al filo del fuera de juego. Era su hábitat natural. Al final del encuentro, el entrenador del OM, Didier Deschamps, sentenció: “C’est l’haut niveau”.

 

 

   Deschamps había sido campeón de todo con la Juventus. Tenía mil vivencias en equipos con oficio y manejo de las situaciones en momentos de máxima exigencia. “La culture de la gagne” que diría él. Era un baño de réalisme; eso que describe a los equipos que muestran una alta practicidad. Suena frío, extremadamente profesional, a veces cruel, pero resulta altamente satisfactorio para quien lo detenta. Virtud futbolística. Eso que se gana a base de batallas, derrotas dolorosas y personalidad.

 

  Camino del estadio salta la noticia. No juega Taras Stepanenko, el mejor centrocampista del Shakhtar Donetsk. El  medio más notable de un equipo caro, trufado de alegres brasileños fichados para marcar la diferencia en ataque. Extrañeza. “Si no juega Stepanenko…”. Algo maquinaba el viejo zorro Mircea Lucescu. Quizá la decisión naciera de la duda. De la preocupación que le generaba la irregularidad de su equipo y la fortaleza del rival. La Real: un equipo compacto, vertical, rápido; con calidad e ilusión suficientes como para hacer dudar al técnico rumano del Shakhtar.

 

 

   Lucescu quitó a su mediocampista de más despliegue. Un futbolista que equilibra, tapa, va y viene; el que mejor se adapta a ritmos rápidos y turbulencias. Y decidió colocar a Fernando junto al seguro Hübschman. ¡Cinco brasileños en el once inicial del campeón ucraniano!

 

   La Real no salió espoleada por la emotividad del momento. No quería descrubrirse ante un avispero de eléctricos brasileños que disfrutan intercambiando posiciones, a ritmo de samba. Con el estilete Luiz Adriano como faro.

 

   Compitió con cabeza la Real, sin demasiada efusividad, porque el Shakhtar tenía trampa, a pesar de no atravesar su mejor momento. La amenaza psicológica venía de tres cuartos en adelante. Mucha atención. Pero lo determinante, más allá de la efectividad, fue el ritmo bajo que imprimió al juego el equipo ucraniano. Un buen antídoto para rebajar la efervescencia de la Real. Ayer hubo pocas burbujas en Anoeta.

 

   Ese aire de frialdad que trajo el Shakhtar desde el este flotaba en el partido. Es como si Lucescu hubiera administrado una dosis justa de somnífero al encuentro. Su equipo nunca se sintió descontrolado. Pensó que el tiempo era un aliado que terminaría haciéndole un guiño. Porque la Real no acertaba en sus ocasiones. Y sí el Shakhtar. Fue un golpe de réalisme. Eficaz. Psicológicamente certero. Apuntalado por el travesaño, que también se alió con el equipo ucraniano. Luego llegaría el segundo mazazo.

 

   La Real compitió bien. Tuvo en sus medios volantes Markel Bergara y Rubén Pardo a dos muy buenos elementos, que emergen en medio de la adversidad. La ausencia de David Zurutuza supuso una pérdida de energía y dinamismo en el centro del campo. Esas conducciones que generan pánico en el rival y ejercen de turbina para revolucionar el ataque. Cierto que hubo poco dinamismo en zonas alegres. Porque el Shakhtar planteó la batalla que más le iba y le salió bien. Pero por ese mismo golpe de eficacia, podía haber resultado al revés.

 

   El peaje de competir al más alto nivel es obvio. Aprendizaje avanzado. Leverkusen será otra historia. La Real aprende rápido. Lo que no está en sus manos es evitar la fatalidad. El hecho de perder efectivos para mucho tiempo. Primero fue Diego Ifrán, ahora es Esteban Granero. Encadenar actuaciones y responder a la exigencia en todos los frentes es muy difícil. Eso está al alcance de muy pocos equipos.

 

 

 

                                                                                 Naxari Altuna (periodista)  Image @naxaltuna



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