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El acierto final
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Ni siquiera una aspirina como consuelo para el coscorrón final de anoche en Leverkusen. El leve viento frío cortaba el ánimo de la hinchada que rumiaba la derrota postrera a golpe de lamento. Fue un tiro franco. Certero. De un futbolista, Jens Hegeler, que no se prodiga demasiado. Hasta en eso tuvo poca fortuna la Real. Decidió en tiempo añadido el tiro libre de un futbolista que se disfrazó de Gonzalo Castro, baja sensible del Bayer Leverkusen. Hegeler acumula 61 minutos en la presente edición de la Bundesliga; el futbolista que de un golpe preciso superó el dique de la Real, con más argumentos futbolísticos que su rival germano en la segunda mitad.
Una ligera falta de precisión en el remate volvió a lastrar el buen partido del equipo txuri-urdin. La pasada temporada de repente se activaba un torbellino ofensivo, veloz y dañino, que dejaba noqueado a sus contrincantes. Un pasaje excepcional. Algo que toma un valor extraordinario cuando sucede lo contrario.
La Real ha tenido dos mano a mano con el portero rival en momentos determinantes, ante el Shakhtar Donetsk y el Bayer Leverkusen. Europa no perdona. La moneda nunca cae de canto. Puede estarlo en un momento, pero siempre termina en el bolsillo de quien templa y decide con un ramalazo. La Real pudo ganarle al Shakhtar, y pudo ganar en Leverkusen. Pero el equipo de Jagoba Arrasate perdió ante los ucranianos, y se quedó con el molde en Alemania, maldiciendo la parábola del tiro libre final. Cara y cruz.
La Real fue creciendo en Leverkusen y pasó a tener el partido en su terreno. El conjunto local le cedió la iniciativa y el equipo txuri-urdin no cayó en la trampa de mostrarle la espalda. Hubo un momento en la segunda parte en el cuál el Bayer parecía un equipo sin ton ni Son, pero también era engañoso. Porque el Leverkusen tiene muchas tablas en su haber. El entrenador, Sami Hyypia, se vió obligado a realizar un doble cambio. No lo veía claro. El Bayer Leverkusen, empatando, prescindió del picante que supone tener al surcoreano Son y al germano Sidney Sam estirando el campo, o escarbando por dentro, a la espalda del faro del equipo: Stefan Kiessling.
Pero, indudablemente, el Leverkusen es un equipo de peso y jerarquía. La que marca Simon Rolfes en la medular. Un gigante eficaz en las dos áreas. Un zurdo mortífero con una cabeza de oro. Parece lento y pesado, pero él traza la línea de actuación. Es el mariscal, como en su día lo fue Carsten Ramelow. La Real había empezado a agitar el árbol y la grada del Bay Arena parecía resignada al mal menor, cuando no a algo peor. Porque la gran virtud de la Real fue contener a un equipo alemán de salida, levantarse del golpe recibido justo antes de la pausa, neutralizar la ventaja, e ir a por el partido… Pero el nivel de acierto no siempre es el deseado. El juego de la segunda parte mereció una pizca de ese acierto, tan dichoso la pasada temporada. Pero al Bayer Leverkusen le salvó el golpe final, quizá catapultado por el orgullo de mantener el fortín del Bay Arena a salvo. Allí cuenta los partidos por victorias en la presente temporada.
Son muchos los imponderables en Europa. Los secretos del alto nivel. En un partido con arbitraje, que se dice, a la europea. A veces los árbitros también fallan y pueden incidir en la suerte de un partido. Hay que contar con todo y tener arrestos para sobreponerse. Próxima parada, Vallecas. Las lesiones y el cansancio marcan una temporada complicada donde la Real sigue compitiendo bien. Algo muy de valorar.
Pdt. Lo de la hinchada txuri-urdin en Leverkusen, espectacular. Zorionak.
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@naxaltuna