El fútbol italiano, desvencijado, necesita nuevos aires para recuperar el aura perdida. Ha pasado en pocos años de liderar el ránking de la UEFA a ser el cuarto país dentro del escalafón de los países europeos. Por ello, la próxima temporada tendrá un representante menos en la Liga de Campeones. El beneficiario será Alemania, la antítesis balompédica del país transalpino. Si Italia quiere volver por sus fueros, tendrá que empezar a revitalizar a los históricos aturdidos.
La Juventus vuelve reluciente, guerrera y sutil. Ha recuperado una figura históricamente necesaria e imprescindible en la squadra bianconera. El equipo más popular de Italia siempre estuvo dirigido por futbolistas exclusivos. En los ochenta descubrimos a Michel Platini; en los noventa disfrutamos con Zinèdine Zidande. El cambio de siglo provocó un socavón, y la gran dama cayó en la mediocridad. 2006, la gran contradicción: Italia campeona del Mundo y el equipo con más títulos nacionales desciende a la Serie B por el célebre Moggigate. El abuso de poder trajo consigo miseria y desolación. Los futbolistas más grandes resistieron, de la mano del símbolo juventino: Alessandro del Piero. Con el gran capitán aguantaron Gianluigi Buffon, Pavel Nedved, y varios de los clásicos en blanco y negro de aquellos años. Siempre bajo el manto de la familia Agnelli. Antes, ahora y después también.Il avoccato, gran patriarca del imperio FIAT, creó un entramado irresistible sobre un rectángulo de juego, con unos genes siempre reconocibles en el esfuerzo, y gotas de talento. Por todo ello, por el respeto a su historia, pocos abandonaron la nave en los peores momentos. Pero la resurrección no atiende a tiempos pretéritos. Hay que reconquistar las tierras perdidas con el sudor presente y ello requiere de un proceso de maduración. Pero la Juve se descuidó. Jugó en césped de barbecho hasta que la pelota quedó confundida en tierra de nadie. El desangelado Delle Alpi dio paso al remodelado Estadio Olímpico. Allí, en el antiguo Comunale, conocimos la flor y nata de un equipo de acero inoxidable. Siempre recordaremos al viejo Zoff tapando el arco; a Scirea flotando con la pelota; esas internadas profundas de Cabrini; la perseverancia de Tardelli; el talento inigualable de Platini; el glamour de Boniek; y el oportunismo irreverente de Rossi.
Las curvas del estadio se movían como hordas de emoción cada vez que Platini levantaba la mirada. Zidane fue un sucesor de altura. Pero, desde que el marsellés abandonó la nave juventina, la pelota ha vivido a la deriva, sin ton ni son. Faltó un regista en el proceso de reeducación; y en el peor momento, después de tocar fondo, al conjunto turinés le ha caído un regalo del cielo. “El negocio del siglo” dice su portero Buffon, incrédulo al conocer la llegada del mejor jugador italiano de los últimos años a su equipo; el futbolista que había dado sentido al juego de uno de sus grandes rivales, el Milan; un fuoriclasse: Andrea Pirlo.
Sí, el conjunto rossonero ha dejado marchar gratis a su gran estandarte a la Juventus de Turín. Y la comunidad bianconera celebró el acontecimiento con algarabía, pues volvía el fútbol al Piamonte tras una larga travesía por tierras inhóspitas. Nuevo estadio lustroso en propiedad, el persistente Antonio Conte en la dirección, y una huella añeja muy profunda. El Calcio recupera a la Vecchia Signora.
Naxari Altuna (periodista)