El Wimbledon fue un equipo que asomó la cabeza a finales de los ochenta. No tenía hogar propio. Jugaba de prestado en Selhurst Park, campo del Crystal Palace. Su futbolista más célebre era Vinnie Jones, un tipo con aires de matón metido a futbolista. Sus bravuconadas eran célebres en el fútbol inglés. Era un grupo temperamental, donde comenzaba a dar sus primeros pasos Dennis Wise, el chico con más talento del equipo. Pero seguramente, los seguidores de aquel equipo rudo y directo dirían que no, que su héroe fue un norirlandés de nombre Lawrie Sánchez: el autor del gol que le dio el título de la FA Cup en 1988 al Wimbledon en el antiguo Wembley ante el poderoso Liverpool... El de Grobbelaar, el de Hansen, el de Barnes, el de Bearsdley, el de Aldridge... Aquello fue como un terremoto. ¡El Wibledon tumba al Liverpool!
Hoy el equipo londinense ya no existe. Es parte de la galería de recuerdos de la ingente historia del fútbol británico. Un equipo singular que protagonizó un acto heroico.
Si los equipos modestos cuando juegan una final contra un gigante pensaran en voz alta y hablaran de sus posibilidades ateniéndose al potencial objetivo de cada uno, llegarían a la misma conclusión que Roberto Martínez, entrenador del Wigan, en la previa de la última final de la FA Cup. Se enfrentaban en Wembley el Manchester City, trufado de estrellas, y el Wigan, un modélico club de la periferia de Manchester, con escasa tradición en la élite. Acostumbrado a obrar milagros en las últimas temporadas para sobrevivir en la Premier League, se presentaba por primera vez en su historia en una final de Copa. Roberto Martínez, en un acto de realismo, dijo antes de la final: “de diez veces que jugáramos contra el Manchester City nos ganarían nueve”.
Pero el modesto se aferra a lo imposible para acortar las distancias que marca el presupuesto. Espíritu, trabajo táctico, valentía, estrategia... Un apartado muy importante éste para aquellos equipos con menor peso. Así ganó el Wimbledon al Liverpool en 1988. A balón parado. Y el sábado repitió la gesta el Wigan, el el último minuto, con la cabeza de Watson...
Un cuento de hadas ha quedado escrito en el fútbol inglés. Roberto Martínez llegó a Wigan hace casi 20 años con otros dos compañeros para jugar en un modesto equipo que entonces militaba en una de las categorías más bajas. El fútbol le llevó luego a Escocia y Galés. Hasta volver como entrenador al equipo que le fichó cuando era futbolista. El mismo presidente de entonces le dio la oportunidad de dirigir al Wigan. ¡Y ahora son campeones! Campeones del torneo más antiguo del universo futbolístico: la FA Cup.
Probablemente en los próximos días el Wigan perderá la categoría. Su permanencia en la Premier League pende de un hilo. Si cae volverá. Volverá pronto, con o sin Roberto Martínez, el gran Iñaki Bergara y compañía. Volverá, por el trabajo bien hecho. Porque lo del sábado en Wembley no fue fruto de la casualidad.
El fútbol es tan elemental como la vida misma, querido Watson.
Naxari Altuna (periodista) @naxaltuna