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La amenaza monegasca

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   Vuelve el AS Monaco, a golpe de talonario. Vuelve, tras purgar dos años en L2 una mala gestión deportiva que le llevó a compartir viaje con varios históricos que alguna vez fueron campeones de Francia, como él. Uno de ellos, el FC Nantes, también jugará en la L1 la próxima temporada. No han corrido igual suerte otros muchos clásicos en dificultades: Auxerre, Lens; o el club más antiguo de Francia, Le Havre.

 

   El retorno del Monaco a la máxima categoría era temido por el resto de inquilinos de la L1, por el poder adquisitivo de su propietario, el multimillonario ruso Dmitri Ryvolovlev, que nada más rubricado el ascenso ha comenzado a desafiar al PSG qatarí.

   ImageViendo lo que se podía avecinar, en las últimas semanas las instituciones futbolísticas del país galo plantearon la conveniencia de obligar al club monegasco a jugar con las mismas cartas fiscales que el resto de clubes del campeonato, para lo cuál debería convertirse en un club “francés” a efectos administrativos. Algún presidente de los importantes catalogó al club del Principado como “extranjero”.

 

   Pero éste no es un tema nuevo, porque el Monaco siempre funcionó así, con una situación de privilegio que conseguía atraer a grandes estrellas. Ahora, ese estatus de singularidad se ve potenciado por la chequera de un empresario ruso que quiere conquistar el fútbol de un acelerón. En primera instancia se abre la vía portuguesa de la mano del agente Jorge Mendes, que consigue juntar en la Costa Azul al cogollo del Oporto campeón de todo hace dos temporadas: Joao Moutinho y James Rodríguez llegan juntos desde Do Dragao a cambio de 70 millones de euros; y el gran goleador de aquel equipo, Radamel Falcao, completa la terna desde el Atlético Madrid, que recibirá los 60 millones de euros de la claúsula. Estas tres figuras de primer nivel se suman al joven prodigio argentino Lucas Ocampos, fichaje estrella de la presente temporada. Y se ultiman otras grandes adquisiciones, que prometen conformar el mejor plantel que el Monaco haya tenido en su historia. Palabras mayores. Porque el conjunto monegasco ha tenido grandes equipos.

   El inquilino del Louis II es un clásico del buen fútbol. El refinado gusto y el glamour que se asocia a aquel entorno siempre se reflejó sobre el césped del Principado. Con el mítico presidente Jean-Louis Campora al mando. Con grandes entrenadores, como Arsène Wenger, que hizo campeón de Liga y Copa al club a finales de los ochenta y principios de los noventa; llevándolo a disputar la final de la Recopa en 1992 ante el Werder Bremen en un fantasmagórico Da Luz de Lisboa, semivacío. Klaus Allofs, Wynton Rufer, Mirko Votava, Thomas Schaaf y compañía dieron buena cuenta de un equipo que jugaba ante una hinchada casi inexistente.

   Por aquel equipo sugerente fueron pasando futbolistas de la categoría de Glenn Hoddle, Mark Hateley, Ramón Díaz, Manuel Amorós, Daniel Bravo, Rui Barros, Vincenzo Scifo, Jürgen Klinsmann, Yuri Djorkaeff, Emmanuel Petit, Lilian Thuram, Claude Puel, George Weah… Y años más tarde, el club tendría la pericia de juntar en el ataque a dos jóvenes delanteros que marcarían una época: Thierry Henry y David Trezeguet. Jugadores menos conocidos, pero excepcionales, como el argelino Ali Benarbia, también dejaron una huella futbolística muy profunda. Pero sentimentalmente nadie como el guardamenta Jean-Luc Ettori, el portero de Francia en el Mundial de 1982; el hombre que más veces vistió la camiseta del Monaco. Ettori encarna la tradición del club, que cuenta con un destacado centro de formación en La Turbie.

 

   La temporada 2003/04 marcó un hito en la historia del equipo, al clasificarse para disputar la final de la Copa de Europa de la mano de Didier Deschamps. Una plantilla que contaba en sus filas con Fernando Morientes, protagonista de una de sus temporadas más sobresalientes como futbolista. El Oporto de Jose Mourinho pasó por encima de su rival como una manada de búfalos, y poco a poco comenzaría el declive de un equipo que dio con sus huesos en Segunda División.

 

   Tras el retorno a la máxima categoría llega otra oleada de grandes estrellas. Todos le temen en Francia. Es el primer paso antes de asomar por Europa. Porque durante años el conjunto que ahora entrena Claudio Ranieri fue un clásico del Viejo Continente, que agradecía su buen gusto por el juego. Un club de tradición, reconocido por su estilo, pero huérfano de aliento. Es la gran singularidad y contradicción de este equipo.

 

 

 

 

                                                                                   Naxari Altuna (periodista) Image @naxaltuna



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