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Goles de colores

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Goles de colores
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Las nubes van de corrido, a toda prisa. Los paraguas se agolpan en las tribunas ávidas de victoria. De salida un zumbido suena de forma coral: “Pio-pio, pio-pio…”. Federico Piovaccari desata la lluvia de goles y flotan los paraguas en Ipurua. Las nubes marchan a toda velocidad.

 

   El chiquillo mira a su madre bajo el aguacero y le pregunta a ver cuántos van. Ella le muestra la palma de la mano: “Cinco, 5-2”, le dice. El chaval ha perdido la cuenta en pleno carrusel. El marcador es concluyente, histórico para un equipo que estrena máxima categoría. Y lo hace sin cambiar de renglón.

 

   La SD Eibar sigue escribiendo su historia con buena letra, sin arabescos ni estridencias. El fútbol se vive con normalidad en Ipurua, como siempre. Sólo ha cambiado la dificultad de los rivales; de puertas adentro, la vida sigue igual. El aroma sobre el terreno de juego es inconfundible; la misma fragancia del equipo que hace dos años se afanaba por romper una larga racha sin ganar en 2ª B. El despliegue para lograr aquella agónica victoria ante el Noja se refleja en el sobresaliente triunfo contra el Almería. Han transcurrido dos años, sólo un par de años. Y dos categorías después todo sigue siendo reconocible sobre el césped. Seis de los futbolistas que participaron aquel día repiten en el triunfo más amplio del conjunto azulgrana hasta la fecha en Primera División.

 

Trabajo colectivo y goles de colores. Cada uno lleva el suyo.  Cinco goles como cinco soles bajo la pertinaz lluvia. Cinco tantos con rúbrica diferente pero con la misma letra, la de toda la vida. Goles torrenciales, goles de pelota parada y golazo final. La grada corea el nombre del entrenador: "Gaizka Garitanooo…”. Es el preludio del quinto, del gran gol de la tarde. Sigue lloviendo. No paran de caer los goles en Ipurua. El técnico huye de cualquier protagonismo y cuando suena el eco de la tribuna se refugia en el banquillo. Capa marca el golazo del día y Gaizka cierra los puños en señal de satisfacción, como anteriormente con el tanto de Raúl Navas. Entonces apela a la  cabeza. Un gesto de atención, como si el rival siguiera metido en el partido.

 

   Termina el encuentro y continúa lloviendo. Cambia la estación, pero el conjunto armero sigue invariable. Gane o pierda, continúa siendo el mismo de toda la vida.

 

 

 

 

                                                                                Naxari Altuna (periodista)   Image @naxaltuna



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