Esta matrícula es tan antigua como el propio fútbol. Pertenece al mundo del balompié. Llegó mucho antes que CR7 y las nuevas estrategias de mercadotecnia. Es una marca registrada en Alemania desde los albores del siglo XX. Reside en la cuenca del Rühr, la zona minera, tan prolífica en equipos de enjundia. El pasado mes de agosto todo el ruido se cernía sobre Gelsenkirchen. Allí habita el Schalke 04, club que persigue la ensaladera de la Bundesliga desde tiempos inmemoriales. Cuenta con una estructura importante, un estadio imponente -probablemente, el más moderno del mundo, con techo y césped retráctiles-, y poder económico. El fichaje de Raúl eclipsó el verano teutón. La bundesliga abría sus puertas al...
...mito blanco y en Alemania todo el mundo apuntaba al Schalke 04 como futuro campeón, destronando al omnipotente Bayern Munich. Pero el equipo de Raúl se dio de bruces con la realidad: un equipo deshilachado, de pobre contenido, para desazón de su impresionante hinchada. El grupo dirigido por Felix Magath mejora poco a poco de su desastroso inicio de campaña gracias a los goles de Raúl, autor de un triple el pasado fin de semana. El equipo pierde casi siempre, empata algunas veces y gana las menos. Pero los incondicionales siguen empujando, por encima del espectáculo que presencian cada semana sobre el césped, y a pesar de la imperial marcha de sus vecinos.
El arranque de la competición deparó una gran sorpresa. El Mainz 05 metió la directa, dejando a todo el mundo boquiabierto. ElBayern se desangraba con la pérdida de sus dos puñales, Robben y Ribéry. Pero el flojo e inquietante arranque del gigante bávaro no resta un ápice de emoción, espectáculo y colorido a un campeonato emergente, apasionante y brillante. En pleno otoño, cuando caen las hojas por el peso de la estación, históricos como Borussia Mönchengladbach, Colonia, Stuttgart, Schalke 04, Kaiserslautern o Werder Bremen ocupan el vagón de cola. Todos giran la mirada con cierto asombro hacia la cuenca minera; a Dortmund, más precisamente. Allí, jornada sí, jornada también, reside el líder incontestable de la Bundesliga, con siete puntos de ventaja con respecto al segundo clasificado –el Mainz 05-, y catorce unidades sobre el Bayern Munich. En las primeras jornadas se hablaba del Borussia Dortmund como el agazapado del torneo; pero el equipo entrenado por el joven Jürgen Klopp no necesita guarecerse de nada ni de nadie. Certifica su renacimiento añadiendo carbón a la caldera sin pestañear. Ha vuelto el Dortmund, con un concepto diferente.
A comienzos de los 90, el club que regenta el antiguo Westfallenstadion emergió de la medianía a cuerpo de rey. Gastó ingentes cantidades de dinero para enmarcarse en la élite; no ya sólo de Alemania, también del Viejo Continente. Los ribetes negros de su elástica rendían homenaje al bien más preciado de la región; el amarillo, más que nunca, anunciaba opulencia. Fue un gasto desmesurado, que más tarde pasaría factura.
De la mano de Ottmar Hitzfeld, comenzaron a disputarle la hegemonía al Bayern. Se alternaban los títulos. En 1993, jugaron la final de la UEFA ante la Juventus, a doble partido. El Borussia Dortmund sucumbió al talento de Roberto Baggio. Cuatro años después, en 1997, se desquitaron en la máxima competición continental. Los alemanes derrotaron a la Juve por 3-1, en el Olympiastadion de Munich, morada de su máximo rival, con dos tantos de Karl Heinz Riedle, y otro, muy recordado, de Lars Ricken. Aquel equipo destilaba mucho nombre: Reuter, Kohler, Sammer, Paulo Sousa, Möller, Chapuisat, Riedle…
En 2002, el Borussia Dortmund perdía la final de la UEFA, esta vez a partido único, ante el Feyenoord, en Rotterdam. Ahí comenzó una época de recesión muy complicada, con una deuda descomunal, que debilitó sobremanera al equipo carbón y oro. El almacén estaba tieso y había que apretarse el cinturón. En plena tormenta, el apasionado público que retumba sobre los cimientos del grandioso estadio de Dortmund, siempre estaba al lado de su equipo. 80.000 gargantas atronaban (y ahora, más que nunca) en unas gradas de vértigo, escenificando un gran enjambre de abejas. Y llegaron tiempos mejores.
El gasto astronómico ya no tiene cabida en Dortmund. Como muestra un botón: la pasada temporada cobró 20 millones de euros por los derechos televisivos (una cantidad que pronto se convertirá en media dentro de los clubs de la Liga española). Su plantilla es insultantemente joven y jovial. Despliegan un fútbol fresco, bien organizado, con mucha solidez y gran generosidad en el despliegue. Hummels y Subotic, en el centro de la zaga, recién pasaron la adolescencia. Nuri Sahin, un fenomenal zurdo, incrustado en el corazón del equipo, pone el punto de distinción. Nacido en Alemania, como Mesut Özil, Sahin decidió jugar con Turquía. Ambos son de origen turco, zurdos, y pulidos en la cuenca del Rühr. Al Dortmund tampoco le faltan jóvenes talentos alemanes, como el medio ofensivo Götze. Otro futuro grande del fútbol germano. También hay polacos de mucho empuje: los atacantes Kuba y Lewandowski. En el vértice superior del dibujo asoma el tanque argentino, naturalizado paraguayo –por madre-, de nombre Lucas Barrios. Un consumado goleador. Pero un joven japonés de 21 años, que actúa como lanzador, enlace y correo dentro del engranaje del equipo, irrumpe como la gran noticia de la Bundesliga a título individual. Shinji Kagawa dinamita cada partido por sorpresa. 350.000 euros le costó este jugador al equipo alemán el pasado verano. Dirige las operaciones desde la banda el joven maestro Jürgen Klopp, técnico avezado, audaz y valiente.
Borussia Dortmund: BVB09. Probablemente, la irrupción más interesante del momento.
Naxari Altuna (periodista)