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Siempre fueron garantes del juego. Eso ha dejado una marca que sirve como brújula cuando alguien duda. Alguna vez se enredaron en el camino, y lo pagaron caro; apenas siete años después de disputar la final de la Copa de Europa.

 

   Aquel día no ganaron. Tampoco a principios de los noventa, cuando disputaron la final de la Recopa. Pero llegaron al partido definitivo de las dos principales competiciones europeas. Sin embargo, la caída más estrepitosa se produjo en la primavera de 2011, cuando cayeron a la L2. Fueron dos largos cursos sin uno de los notables de la L1, el AS Monaco.

 

   El  monegasco es un club muy particular. Las ventajas fiscales de su territorio han suscitado grandes desencuentros con sus competidores, pero la singularidad del conjunto de la costa azul va más allá. Partiendo del concepto futbolístico que tradicionalmente ha defendido: su buen gusto por el juego, el criterio de selección de sus futbolistas y la formación. Es su esencia histórica. Siempre paladeó buen fútbol la peculiar hinchada del Louis II; habitualmente demasiado escasa en número, para tanto dulce.

 

   Cuatro veces campeón de la Coupe Gambardella, prestigioso torneo que aglutina a los mejores equipos sub’19 de Francia; de la Turbie, su centro de operaciones salieron, o pasaron por allí, campeones del Mundo como Emmanuel Petit, Lilian Thuram, Thierry Henry, David Trezeguet, Yuri Djorkaeff o Fabien Barthez. Alguno formado totalmente en el club; otros llegaron a edad temprana, o buscando otra oportunidad.  Antonio Cordón, antiguo responsable técnico del Villarreal, aterrizó el pasado verano en Monaco para ejercer como director deportivo. El buen ojo de la célula de detección sigue intacto.

 

   El balón discurre con alegría por Le Rocher. Los futbolistas lo quieren a toda costa. Siempre lo anhelaron. Y como ocurría con Arsène Wenger, Claude Puel o Didier Deschamps en el banquillo, el ansia de tener la pelota se demuestra de forma instantánea. Todo el mundo aprieta en caso de pérdida. Desde el artista más distinguido: Bernardo Silva.

Muchos futbolistas han llegado en las últimas temporadas a Monaco de la mano de Jorge Mendes. Algunos de los más ilustres ya no están. Ricardo Carvalho, Fabio Coentrao y James Rodríguez apuntaron unas pinceladas en la reconstrucción del conjunto monegasco en la L1. El colombiano aprovechó sus semanas de gloria en el último Mundial para dar el salto al R. Madrid. Eran los peores días de la gran apuesta monegasca: Radamel Falcao. Otro de los  principales fichajes del club tras la vuelta a la élite fue el mediocampista Joao Moutinho, que ha pasado a la segunda unidad. Ello habla del potencial del equipo.

 

   El joven Bernardo Silva ha eclipsado a todos esos fichajes realizados a bombo y platillo. Por talento y liderazgo. Al futbolista portugués lo fichó el Monaco de las categorías inferiores del Benfica. Llegó a préstamo, y los monegascos tardaron muy poco en hacerse con sus servicios de forma definitiva.

 

   Dos años después, las grandes escuderías se concentran en las gradas del Louis II para pujar por el luso. Un zurdo que maneja el balón con suma delicadeza, que acelera y para, distribuye y resulta muy certero en el último gesto: el definitivo. Cuando pierden el balón se activa inmediatamente con un rigor encomiable. Como el que más.

 

   Es el espíritu que ha inculcado el entrenador, Leonardo Jardim. El técnico portugués fue criticado desde varios frentes, “por defensivo”, en sus anteriores campañas en el Principado. Un técnico de carácter discreto, a imagen y semejanza de Claude Puel, el mítico centrocampista que lideró al Monaco durante diecisiete temporadas desde el eje del campo; más tarde, campeón de liga como entrenador del conjunto rojiblanco. Son las cosas reconocibles de un club que vuelve a florecer con fuerza y mucho gusto.

 

   Radamel Falcao, la primera gran apuesta, se antojaba perdido para la causa. Primero su grave lesión de rodilla, y luego dos cesiones improductivas a Inglaterra, parecían acabar con la estrella del Tigre. Pero el colombiano volvió a Monaco y ha encontrado su sitio en el once de Jardim. Goleando, como solía. Convertido en le renard des surfaces, recordando la saga de grandes goleadores sudamericanos del conjunto monegasco: desde Delio Onnis a Ramón Díaz.

 

   Parecía arrancar otro paseo del PSG por las competiciones domésticas. Vistos los precedentes, no se presumía sombra alguna. Pero dos grandes equipos se estaban gestando en la costa azul. Uno, el Niza, con el inicio arrollador de Mario Balotelli; otro, el que nos ocupa: una de las grandes sensaciones futbolísicas de la temporada.

 

   Con menos nombres lustrosos, quizá, que en otras épocas; con jóvenes emergentes en su mayoría, que han conseguido armar un equipo extraordinario. En otro tiempo levantaron trofeos con iconos exquisitos como Glenn Hoddle o Marcelo Gallardo, ‘El Muñeco’. Ahora, gran parte de las miradas se dirigen a Bernardo Silva, por el toque de distinción. Pero hay más.

 

   También están sus dos mediocentros, Fabinho y Bakayoko. Moutinho, para dinamizar el juego. Los interiores/exteriores zurdos: Lemar y Boschilia (recientemente lesionado de gravedad). Laterales fuertes y profundos que cubren todo el carril: Sidibé, Mendy y Touré. Éstos como futbolistas más llamativos de una zaga atenta y segura, donde el guardameta Subasic y el central Glik son la voz de la experiencia.

 

   Y volviendo a las raíces, un futbolista que ya estaba en Segunda secunda a Falcao en la punta del ataque: Valère Germain, delantero que responde en presente, aunque los focos no le señalen. Es el nexo de unión con la particular hinchada del Louis II. Alguien reconocible. La línea sentimental que trazaron anteriormente Ettori, Amorós, Puel o Petit.

 

   Y falta la guinda del pastel.

   Por Monaco pasaron artistas como varios de los mencionados; como Bellone, Daniel Bravo, Weah, Scifo, Klinsmann, Rui Barros, Benarbia, Abidal, Marco Simone, Márquez, Giuly, Rothen oEvra; gente como Morientes, que recuperó el brillo en aquella gran temporada con Didier Deschamps en el banquillo. Y ahora llega la hora de Kylian Mbappé, un punta de altura; exuberante, como en su día lo fue Thierry Henry. Recién cumplidos los dieciocho, asoma cada vez con más argumentos para quedarse en el once de partida. Su última exhibición ante el Metz ha causó furor. Un futbolista que maneja la situación con una naturalidad pasmosa. Ese día marcó por partida triple. Todo el mundo le augura una breve estancia en Monaco.

 

   El balón se siente como un rey en el Principado. Siempre lo cuidaron con mucho mimo. Todo lo que produce el once rojiblanco se traduce en oro: 76 goles en 26 partidos de liga. Sale prácticamente a tres tantos por encuentro. Por la propia ley del fútbol, pronto volarán a otras latitudes sus mejores futbolistas. Como ocurriera hace no mucho con Anthony Martial o Yanick Ferreira Carrasco.

 

   Monaco y Manchester City brindarán por el fútbol en una elimatoria con muchísimo juego.

 

 

                                                                                            Naxari Altuna (periodista) Image  @naxaltuna



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