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Un baño desagradable
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La avería trasciende el hecho puntual. No se trata de algo coyuntural. El atasco es fruto del deterioro en el tiempo. El domingo 24/10/2010 pasará a la historia del fútbol por lo sucedido en un partido de la Eredivisie (Liga holandesa). PSV Eindhoven 10 – Feyenoord 0. Un resultado inusual en la élite; muy dañino para el agraviado. Y la víctima no es un equipo cualquiera. Por eso el resultado adquiere rango de legendario. El Feyenoord de Rotterdam, equipo de la clase popular holandesa, vive sus peores días por mor de los problemas económicos. Hace unas semanas, el verdadero clásico holandés, el de toda la vida, que enfrenta a Feyenoord y Ajax, dejaba entrever la enorme diferencia que existe entre el mítico equipo de la ciudad portuaria y la élite. De Kuip, el singular estadio del Feyenoord, asistía resignado a la manifiesta superioridad del conjunto ajacied, encarnizado rival de los portuarios. De Kuip significa bañera. Es lo que sugiere la vista aérea del estadio. Un recinto jalonado de episodios inolvidables.
En 1970 el Feyenoord ganó la Copa de Europa. Fue el primer club holandés en conseguirlo. Al máximo cetro continental sumó poco después la Copa Intercontinental. Luego llegaría el reinado del Ajax. En esa época, el conjunto de Rotterdam contaba en sus filas con un fino estilista que, de no ser por la presencia de Johan Cruyff, habría tenido mucha más trascendencia. En los setenta, el fútbol holandés era dual: Cruyff o Van Hanegem. De la mano de Ernst Happel en el banquillo, el Feyenoord, liderado en el campo por Willem Van Hanegem, levantaba la Copa de Europa. En 1974 conquistaron la Copa de la UEFA.
En los ochenta destacaba en sus filas la presencia de un portentoso antillano. Atendía al nombre de Ruud Gullit. Luego se marcharía al PSV Eindhoven. Gullit compartió vestuario en el Feyenoord con Cruyff, que apuraba sus últimos días como futbolista. Gullit creó una estética con seguidores incondicionales. Regi Blinker o Gaston Taument, antillanos como aquel, cultivaron la imagen del hijo pródigo, exhibiendo trenzas y tirabuzones. Con el gigantón Ed de Goey como ángel de la guarda en la puerta, a principios de los noventa aterrizó en el club un extremo sueco que comenzaba una carrera ejemplar. Sus frondosas trenzas hicieron furor, contenidas por una diadema. Era Henrik Larsson. De allí marchó al Celtic, para centrar su posición en la punta y convertirse en un goleador incontenible. En la medular gobernaba el carismático Jean-Paul Van Gastel. El Feyenoord imponía por su estampa y por historia.
A Henrik Larsson le sustituyó un enorme delantero argentino, que más tarde dejaría huella en Italia: Julio Ricardo Cruz. Apodado el Jardinerito, tras su exitoso paso por River Plate. Y quién no recuerda al gigantón Pierre Van Hoydonck; el consumado goleador que recorrió el camino inverso de Larsson. Mito del Celtic, como el sueco. Junto al danés John Dahl Tomasson y Robin Van Persie en la vanguardia, el conjunto de Rotterdam se alzó con la Copa de la UEFA en 2002, tras derrotar en su propio estadio al Borussia Dortmund, por 3-2. Luego vendría gente como Dirk Kuyt y Royston Drenthe. Por sus traspasos el Feyenoord recaudó un buen dinero, invertido inmediatamente para repatriar a ilustres veteranos: Giovanni Van Bronckorst y Roy Makaay.
Ahora, con grandes penurias económicas, la bañera no soporta las penas de su maltrecho Feyenoord, un equipo extremadamente bisoño, sin poso alguno. Su hinchada nunca olvidará aquel domingo de octubre, cuando encajó diez goles en Eindhoven. Reis, Toivonen, Afellay… Diez puñales en el alma de un clásico. Por cierto, Afellay, gran centrocampista ofensivo del PSV, pronto llegará a la Liga española. Si se cumplen los propósitos dará que hablar.
Naxari Altuna (periodista) 