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¿Dónde queda la coherencia?

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¿Dónde queda la coherencia?
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philippe montanierLa Real Sociedad está protagonizando uno de los episodios más delirantes de su centenaria historia. El entrenador elegido para liderar un proyecto nuevo, de gran calado, a tenor de la puesta en escena del fichaje el pasado verano, y de las explicaciones que se dieron, está siendo zarandeado con la excusa de los malos resultados, y la cuestionada “gestión de los partidos”. Todo ello en la jornada 14, después de haber rescindido el contrato del anterior entrenador, que había logrado el principal objetivo propuesto por el club: mantener la categoría. Logrado el botín (a duras penas, eso sí), cortaron la trayectoria de Martín Lasarte de raíz. Era el enésimo cambio de rumbo en la dirección del primer equipo: dos años antes, Juan Manuel Lillo se tuvo que marchar, cuando todo parecía indicar que iba a seguir, y los futbolistas lo deseaban. “No logró el objetivo” adujeron en el club. Unos porque no consiguen la meta, otros a pesar de conseguirla… En definitiva: aquí existe un trasfondo de incoherencia tan grande que un gol llegado de otro mundo es capaz de cambiar los biorritmos del momento.

 

Al parecer, Philippe Montanier estaba en la calle con el 2-2. La Real necesita una excusa numérica para destituírle, y el resultado postrero invitaba a ello, pero Iñigo Martínez lo paró todo: el sentido, el tiempo… Disparando aún más la confusión. Un tema muy delicado. De consecuencias impredecibles, cualquiera que sea la decisión. Al final de la contienda, el presidente Jokin Aperribay  cuestionaba la gestión de los partidos; pero, “en caliente no es oportuno tomar decisiones”, añadió. El hombre que lidera la institución desde la planta noble discute la gestión del entrenador que eligió en nombre del Consejo y su director deportivo; hablando por boca, quizá, de Lorenzo Juarros. Se colocan vendas para justificar un fichaje que interpretan hueco cuando se trata de competir, porque “estamos contentos con el trabajo que se está haciendo en Zubieta”, dice. Se trata de que el agua no llegue a la planta de arriba. ¿Y los jugadores cómo van a creer en el entrenador, cuando todo está encaminado a la destitución?

 

   Es evidente que nadie confía en Philippe Montanier. El presidente registró su alma en las hemerotecas hace menos de un mes, ofendido por las críticas que recibía el técnico. En ese lapso de tiempo, casi todo el mundo ha puesto la maquinaria en marcha para adornar la plaza pública y cometer la enésima tropelía. Que no se trata, en sí, de relevar al entrenador (algo que tiene interiorizado el fútbol): es una cuestión de incoherencia en los propósitos, y una falta de respeto hacia la persona. A Montanier le pusieron fecha de caducidad. Todo entrenador sabe que los dítigos marcan el trayecto; pero siendo esa la dichosa ley del fútbol, nada justifica el desamparo del entrenador en plena tormenta. De repente, ya no se hace una defensa a ultranza del entrenador, se critica su capacidad desde el propio club, y lo desnudan aquellos que le vistieron con las mejores galas. ¿A quién fueron a fichar el pasado verano? Hace un mes era el mismo, y hace cinco también.

 

   Las formas de la contratación fueron truculentas, con aquella reunión en París cuatro días antes de que el Valenciennes se jugara su continuidad en la Ligue 1. Montanier tenía contrato en vigor, y, a pesar de ello, la Real apostó fuerte por él. Hubo indemnización al club norteño. Se liberó a alguien que debía cambiar radicalmente los hábitos del primer equipo: entrenamientos, cultura de juego, rutinas… Era una apuesta estructural, dirigida a exprimir mejor un tipo de futbolista que estaba emergiendo en Zubieta. Pero el técnico normando se perdió en el camino, sin, al parecer, solución de retorno (los resultados son un misterio). El equipo no es reconocible, y los constantes cambios dejan en evidencia que en algún lugar se extravió la brújula. Iñigo Martínez encontró una cerilla en el camino, y un leve chispazo de luz le mostró las coordenadas de la puerta contraria. Parecía que sería la puerta de salida para el entrenador, pero no, era el arco del perdón momentáneo. Hasta que alguien disponga que se acabó.

 

  ¿Qué es lo que quiere este club? El modelo es indiscutible, la esencia está en Zubieta, pero ¿Cómo?, esa es la gran pregunta. Visto lo visto, las formas no tienen explicación.

 

 

                                                                                                  Naxari Altuna (periodista) naxari altuna



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