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Si esto fuera baloncesto imagino la escena: "nos la jugamos con el Loco, no queda otra. El último aliento pende del Loco. Vamos". El Loco no es de ningún equipo, es, simplemente, uruguayo. Toda su vida ha sido ir y venir, para volver a un único sitio: Uruguay.

Le vi marcar goles para Nacional, San Lorenzo, Deportivo, Real, Botafogo... Le vi fallar con Nacional, San Lorenzo, Deportivo, Real, Botafogo... Le vi ganar; le vi perder. Pero nunca le vi temblar, ni dudar. ImageUna vez falló el gol más famoso de la historia con San Lorenzo. Fue tan increíble que el narrador se sumó a la fiesta: "si lo falla en la repetición, me voy". Y se fue, al grito de: Abreu, Abreu, Abreu...

Sebastián Abreu es un personaje irrepetible. Inclasificable. Bueno, sí, es el Loco, tan simple como eso. O complejo como él solo. Un buen día llegó a Donostia y chocó con una realidad que no iba con él. Se topó con el desánimo. Él sacaba su termo de agua caliente, colocaba la hierba y apuraba el mate sin pensar en otra cosa que no fuera disfrutar del momento, bromeando, con sus ocurrencias que hacían olvidar al resto las preocupaciones del siguiente envite. Él pasaba por allí. Sólo había venido a hacer su trabajo. Convertir. A su manera, pero convertir. Vino para volver sólo al mismo sitio de siempre: Uruguay.

Le vi jugársela desde los once metros con Botafogo. Terminó el choque y Abreu levantaba su enésima conquista. Botafogo campeón. Convirtió... Abreu. Así desde siempre y para siempre: así es el Loco. Con el promedio goleador más increíble que se recuerda. Abreu es fiel al gol de cualquier color... tirando a celeste.

"No corre, no aprieta, no es jugador de equipo", dicen las malas lenguas. Pero todo el mundo le busca. El entrenador le busca, sus compañeros le buscan... el gol le encuentra. Me imagino a Juanma feliz, por ver superados prejuicios que caen por el peso de los goles.

Tenía la premonición de que con el Loco en el Mundial, cualquier cosa podía pasar. Si asomaba su cabellera, no era para pasar inadvertido. Y de repente apareció. Y fue para decidir, cómo no. A su manera. Parafraseando a otro ilustre ingenioso: Antonín Panenka. Un día fui a buscarlo en Lisboa. Lo encontré. Tenía la mirada del pícaro. "Fue algo premeditado, dentro de la inconsciencia. Mis compañeros me miraban asustados cuando lo hacía en los entrenamientos". No creían que fuera capaz. Lo fue. Aquel verano de 1976, en Belgrado, con la Copa en juego, ante Sepp Maier. Lo hizo. Desde aquel día, cualquier cosa que se le parezca sólo la puede hacer un Loco. Bendita locura celeste.

Naxari Altuna (periodista, ETB)
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COMENTARIOS

betikuko
04/07/10 03:01PM

Loco sólo hay uno, paso por la Real poco tiempo y una pena que se fue. Impresionante , único, pero no apto para cardíacos


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